A tan solo 48 horas de que Tomorrowland abriera sus puertas a más de 400.000 amantes de la música electrónica, el Mainstage se convirtió en cenizas. El humo negro sobre Boom (Bélgica) recordó al sector asegurador que la magia festivalera se sostiene sobre pilares muy frágiles. La escena recuerda otro episodio similar en 2017, cuando el escenario de UNITE-Tomorrowland Barcelona ardió y obligó a evacuar a 22.000 personas en apenas tres minutos.
Ambos incidentes, separados por ocho años, nos dejan algo más que imágenes impactantes: una profunda reflexión sobre la gestión de riesgos, prevención y resiliencia en eventos temporales de gran envergadura.
Verano: temporada alta de riesgos
La época estival es sinónimo de festivales, conciertos y eventos al aire libre. Pero también lo es de improvisación, prisas y falta de previsión. Los festivales —en especial los de grandes dimensiones— se apoyan en infraestructuras efímeras, construidas con plazos ajustados y bajo presión, que suponen un caldo de cultivo perfecto para incidentes como el ocurrido en Tomorrowland.
Entre bastidores, el escenario es complejo:
- Montajes realizados por primera vez, sin pruebas previas.
- Tiempos muy ajustados que obligan a acelerar procesos y, en algunos casos, a relajar medidas de seguridad.
- Equipos técnicos compartiendo espacios sin coordinación.
- Instalaciones incompletas que conviven con ensayos y ajustes de última hora.
- Protocolos de seguridad relajados por los tiempos límite.
Este coctel convierte cualquier festival en terreno fértil para incidentes como incendios, colapsos estructurales, fallos humanos o fenómenos naturales imprevistos.
Anatomía de un incendio anunciado: qué falló en Tomorrowland
Las primeras investigaciones apuntan a un fallo técnico durante pruebas de iluminación y pirotecnia. Las llamas se propagaron rápidamente entre decorados de poliestireno de más de 30 metros, miles de metros de paneles LED y altavoces valorados en 7 millones de euros.
La buena noticia: no hubo heridos. La evacuación de los mil trabajadores se ejecutó con rapidez y eficacia, gracias a un plan de emergencia previamente ensayado.
Cuando cada minuto cuenta: el valor de estar preparados
Frente a una emergencia, cada segundo pesa. En Tomorrowland, las prioridades fueron claras: proteger vidas, frenar el fuego y reducir las pérdidas. Contar con un protocolo es importante, pero saber aplicarlo lo es aún más. Los equipos deben saber:
- A quién recurrir.
- Qué acciones tomar.
- Cómo cortar suministros.
- Cuál es la vía de evacuación más segura.
La coordinación con bomberos y cuerpos de seguridad fue clave. Aunque ellos lideran la intervención, un equipo formado puede marcar la diferencia, incluso evitar su intervención.
Gestión de la crisis: más allá del incendio
Las consecuencias de un siniestro van más allá del coste económico. En eventos recurrentes, el golpe reputacional puede ser más difícil de asumir que la cancelación.
Tomorrowland reaccionó con rapidez, gracias a tres decisiones estratégicas:
Por eso, la capacidad de reacción es clave. El festival mantuvo la apertura gracias a tres decisiones estratégicas:
- Escenario alternativo: en 48 h se acondicionó un nuevo Mainstage modular, garantizando la experiencia del evento, incluso sin haber podido reconstruir la escenografía original.
- Desdoblamiento operativo: si el viernes no estaba listo, los DJ principales actuarían en el área DreamVille, separada del resto del recinto. Este “plan B” hubiera garantizado igualmente la experiencia positiva de todos los asistentes.
- Cobertura aseguradora: pólizas de property & event cancellation absorbieron los costes directos (equipos alquilados, escenografía, ingresos por entradas) y los gastos de mitigación.
Lecciones aseguradoras que no deben olvidarse
Estos casos recuerdan algo esencial: por más que se planifique, no todo puede evitarse. Por eso, contar con seguros adecuados no es opcional, es estratégico.
Algunas claves:
- Evaluación de Riesgos necesaria por ley, y por seguridad. Debe ser realizada ad hoc y necesita de una mayor dedicación que una evaluación de riesgos estándar o más convencional.
- Es esencial la toma de las medidas previas oportunas, exigibles por autoridades y aseguradoras, para la contención de los Riesgos advertidos durante la evaluación previa.
- Debe existir un protocolo de emergencia completo, y más importante aún, todos los trabajadores (especialmente los jefes de grupo) deben conocer ese protocolo y saber qué hacer y a quien recurrir en caso de que se produzca un siniestro de la índole que sea.
Por otra parte, de todos y cada uno de los siniestros que tengan lugar, es fundamental obtener conclusiones de la forma de ocurrencia y su causa raíz, así como medidas a tomar para evitar que se reproduzcan situaciones similares que puedan desencadenar un siniestro semejante.
El papel del seguro: amortiguar el golpe
Incluso con todas las medidas preventivas, algunos siniestros son inevitables. Por eso, desde la perspectiva aseguradora, es vital realizar un análisis de riesgos exhaustivo y contar con pólizas que cubran no solo los daños materiales, sino también la pérdida de beneficios, la cancelación del evento y la responsabilidad civil.
En definitiva, el incendio de Tomorrowland apagó un escenario, pero encendió algo más importante: la urgencia de profesionalizar la gestión de riesgos en espectáculos temporales. Porque cuando el show depende de estructuras fugaces, hay dos elementos que deben ser eternos: la previsión y el seguro.
Cultura de la gestión del riesgo: clave para la continuidad del negocio
El caso de Tomorrowland demuestra que una verdadera cultura de gestión del riesgo no se limita a tener protocolos escritos, sino que debe integrarse en la operación cotidiana de la actividad. La anticipación, los ensayos previos, la formación del personal y la coordinación con servicios de emergencia fueron claves para evitar víctimas y contener el daño. Esto confirma que no basta con prever riesgos en papel, debe existir una formación y cultura siendo fundamental que los equipos conozcan, practiquen y dominen los procedimientos para responder con agilidad cuando cada segundo cuenta. La gestión del riesgo efectiva se vive desde la prevención activa, no desde la reacción tardía.
Por otro lado, la continuidad del negocio no depende solo de la buena voluntad o la improvisación, sino de una preparación consciente que incluye alternativas operativas y coberturas aseguradoras adecuadas. El rápido acondicionamiento de un escenario alternativo, junto con un plan B logístico y artístico ya previsto, permitió que el festival no se cancelara y la experiencia del público se preservara. Este enfoque anticipado, junto a pólizas que cubren desde daños materiales hasta pérdida de ingresos, demuestra que prevenir ayuda a reducir el impacto, pero anticiparse con soluciones concretas es lo que realmente garantiza que el espectáculo pueda continuar.
