La actual situación que vive la producción porcina derivada de la aparición de animales silvestres (jabalíes) con la detección del virus de la Peste Porcina Africana (PPA) que atraviesa actualmente España ha vuelto a poner de manifiesto algo que desde AGERS repetimos con insistencia: los riesgos emergentes no avisan, y cuando irrumpen lo hacen poniendo a prueba la resiliencia real —no declarada— de las organizaciones. El brote de peste porcina africana, en animales silvestres tras más de tres décadas ausente en nuestro país, ha supuesto una situación de elevada intranquilidad para uno de los pilares de la industria alimentaria española y ha evidenciado que, en un entorno tan interdependiente y globalizado, ningún sector está aislado de amenazas biológicas que pueden desencadenar impactos económicos, operativos y reputacionales de enorme alcance. Hoy en día las fronteras territoriales no son de referencia de defensa para problemas sanitarios globales
La cadena de valor del porcino, altamente integrada y con una fuerte vocación exportadora, ha sentido de inmediato los efectos de esta esperamos incipiente crisis: bloqueos en certificados internacionales, mercados exteriores en suspenso total o parcialmente, descenso de precios, tensiones en toda la cadena de suministro y la incertidumbre de desarrollos empresariales. Aunque la PPA no afecta a la salud humana, la percepción del riesgo, la presión mediática, muchas veces inconsistente e infundada y las exigencias de los mercados globales, han actuado como multiplicadores del impacto. Este episodio actual recuerda, una vez más, que en la gestión de riesgos no basta con evaluar la probabilidad de un evento; debemos entender cómo una amenaza puede propagarse a través del sistema y comprometer su estabilidad.
Lo que estamos observando en estos días es un caso de libro de cómo un riesgo sanitario puede convertirse rápidamente en un riesgo empresarial. La bioseguridad, la vigilancia epidemiológica y la trazabilidad, que son la columna vertebral operativa del sector, se revelan insuficientes si no están respaldadas por sistemas de gestión de riesgos maduros, alimentados por escenarios, protocolos de respuesta y planes de continuidad realmente operativos. La recurrencia de episodios como la COVID-19, la gripe aviar este mismo año, la dermatosis nodular contagiosa del ganado vacuno o ahora la PPA demuestra que los riesgos biológicos deben ocupar un lugar central en los mapas de riesgos de las empresas alimentarias, y no quedar relegados a anexos técnicos o a obligaciones regulatorias con una columna vertebral de ONE HEALTH como enfoque colaborativo que reconoce la interconexión entre la salud humana, la salud animal y la salud ambiental y un elemento adicional la salud empresarial
La situación exige una respuesta coordinada que trascienda al ámbito estrictamente sanitario. La industria debe revisar sus planes de continuidad de negocio, activar sus equipos de gestión de crisis y anticipar medidas que permitan sostener la actividad bajo un escenario de restricciones prolongadas en exportación, fluctuaciones de precios o reducción temporal de la capacidad productiva, así como una interrelación efectiva con su entorno social, político y cultural. Las empresas con sistemas de gestión de riesgos sólidos serán las que consigan contener el impacto operativo, gestionar adecuadamente la comunicación con clientes y autoridades, y preservar la confianza en sus marcas. Las que no hayan trabajado estos aspectos en profundidad se encontrarán reaccionando tarde, con medidas improvisadas e incoherentes y con mayores costes financieros y reputacionales.
De igual manera, esta crisis pone de relieve la importancia de la información temprana, la colaboración público-privada y la transparencia como elementos esenciales de la resiliencia sectorial. La gestión de riesgos no puede concebirse de forma individual cuando los riesgos son sistémicos y globales. La coordinación entre productores, integradoras, industria transformadora, distribuidores, administraciones y la propia sociedad es hoy más necesaria que nunca para evitar respuestas desalineadas, duplicidades o mensajes contradictorios que puedan amplificar el impacto en los consumidores y mercados internacionales.
La industria alimentaria española ha trabajado durante años y está trabajando para construir y mantener una reputación basada en la calidad, la seguridad alimentaria y la capacidad exportadora. Esa reputación está directamente vinculada a su capacidad para gestionar el riesgo. La actual situación sanitaria, aun siendo grave, puede convertirse en una oportunidad para reforzar los modelos de gobierno del riesgo, acelerar inversiones en bioseguridad, revisar escenarios de interrupción de negocio y fortalecer la cultura preventiva en toda la cadena alimentaria no con una visión local o territorial definida sino desde un punto de GLOBALIDAD. Las empresas que adopten esta visión podrán salir reforzadas, más preparadas ante futuros episodios biológicos o regulatorios y con una resiliencia real, no declarativa.
Si algo nos enseña esta situación es que la gestión de riesgos no es un ejercicio de cumplimiento, sino un activo estratégico. Hoy el porcino es el protagonista, pero mañana podría ser cualquier otro eslabón de la industria alimentaria. La pregunta clave no es si volverá a ocurrir un evento de este tipo, sino cuán preparados estaremos para afrontarlo. Y ahí es donde la Gestión de Riesgos debe situarse en el centro de la conversación empresarial.
Esta nueva crisis sanitaria vuelve a recordarnos que, en un mundo donde los riesgos evolucionan a la velocidad de los hechos, mirar hacia otro lado no es una opción. Desde AGERS llevamos tiempo poniendo el foco precisamente ahí: en lo que pasa, en lo que importa y en lo que puede comprometer la continuidad de sectores esenciales para nuestro país. Lo hemos visto en nuestros artículos de opinión recientes —incendios forestales, Apagón, guerras, accidentes graves— y hoy lo volvemos a ver con la PPA. Riesgos distintos, impacto común: la vulnerabilidad sistémica. Por eso seguimos insistiendo en la necesidad de una Gestión de Riesgos profesional, anticipatoria y transversal que permita a las organizaciones no solo responder, sino comprender, adaptarse y fortalecerse. Esa es, y seguirá siendo, la misión de AGERS: acompañar a las empresas y a la sociedad en el conocimiento, colaboración y visión de futuro.
